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Notas de Opinión Lunes 12 de Marzo de 2012

¿Quién pagó realmente los $ 425.000 a Fito Páez?

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Agustin Laje Arrigoni (*)

Por Agustin Laje Arrigoni (*)


Una típica caracterización de la sociedad argentina −repetida con llamativa elasticidad tanto por analistas políticos de primer nivel como por simples aficionados a la opinión− afirma que nuestro pueblo tolera todo, menos que le metan la mano en el bolsillo. Pocos se animarían a contradecir esta premisa que ha adquirido casi condición de “dicho popular”, aún cuando los datos de la realidad indiquen algo que, en puridad, es bastante distinto.

El pasado 24 de febrero el músico ultrakirchnerista Fito Páez se presentó en Rosario, en el marco del Bicentenario de la Creación de la Bandera, cobrando por sus servicios musicales, tal como trascendió esta semana, la módica suma de 425 mil pesos. Como es ya una triste costumbre, los análisis y críticas que se efectuaron tanto desde la “prensa no oficialista” como desde los partidos “opositores”, se quedaron en la superficie de la cuestión, rehuyendo bajar al fondo.

Que la economía santafesina no estaba en condiciones de enfrentar un gasto de esa magnitud, o que la cifra como tal era desmedida, fueron los pobres argumentos utilizados para cuestionar el despilfarro. No obstante, de dónde venía ese dinero, esto es, quiénes en verdad le habían pagado a Páez independientemente del monto, nadie osó en preguntarse.

Hoy el cantante “anticapitalista” cuenta con 425 mil pesos extra en su cuenta bancaria provenientes de lo que llamamos “fondos públicos”. Resulta interesante dilucidar que tales fondos se engrosan no con donaciones de altruistas, generosos desprendimientos monetarios de políticos y burócratas, ni mucho menos con un botón mágico que haga allí aparecer riqueza (el único “botón mágico” en todo caso es el de imprimir billetes, pero que no genera riqueza alguna sino meros papeles espurios). Los fondos públicos se alimentan, al contrario, del dinero de la gente que a través de sus impuestos contribuye con el sostenimiento del Estado.

¿Y quiénes son en concreto estas gentes? Pues desde aquel adinerado que paga grandes sumas de impuestos por su mansión, pasando por el trabajador de clase media que es gravado por tener su auto propio, hasta aquel indigente que al comprar un vaso de leche deja el IVA para el Estado. En concreto, impuestos directos e indirectos constituyen el principal flujo de ingresos de la “caja estatal”.

A la luz de esta realidad, la respuesta a nuestra interrogante de quién pagó verdaderamente al cantante kirchnerista se responde a sí misma. Al igual que todos los planes sociales clientelistas que el gobierno ha designado bajo el slogan “para todos”, pero cuyo verdadero significado es “pagan todos, consumen unos pocos”, a Fito Páez le hemos pagado entre todos (desde el rico en su mansión, hasta el menesteroso que junta monedas para un vaso de leche), para que lo disfruten unos pocos que, además, de haber tenido la opción de abonar por el show, no lo hubieran hecho.

Una cosa es utilizar los fondos públicos para mantener las funciones básicas de todo Estado (tales como seguridad, defensa, obras públicas, administración pública, salud, entre otras pocas más), y otra cosa bien distinta es utilizar los fondos para beneficiar a artistas políticamente afines al gobierno y divertir a la masa. Mientras en el primer caso la gente está de alguna forma devolviendo al Estado lo que éste le proporciona, en el segundo caso la gente está siendo lisa y llanamente saqueada (cuando uno paga un bien o un servicio que no consume o no tenía intención de adquirir, está siendo robado).

Algo similar ocurre con la corrupción. En efecto, el dinero que ciertos funcionarios desvían a sus arcas particulares no ha caído previamente de un árbol o aparecido en el erario público por generación espontánea; ese dinero, en rigor, provino del esfuerzo productivo de otro argentino que cumplió con el sistema tributario.

El kirchnerismo, una de las gestiones más corruptas y despilfarradoras de la historia argentina no sufre consecuencias políticas frente a estas despreciables conductas por una razón muy simple: el grueso de la gente no se da cuenta de que el dinero que va por debajo de la mesa al bolsillo de los funcionarios o que se malgasta en eventos populistas, sale del sudor de sus propias frentes.

Cierto es que el pueblo argentino tristemente no suele prestar mucha resistencia ni escandalizarse en demasía frente a las violaciones de los derechos básicos, la destrucción de los valores republicanos o el pisoteo de la democracia, y sólo suele reaccionar con vigor cuando le meten la mano en el bolsillo. El problema es, en todo caso, que la mayoría de las veces lo están saqueando sin que se dé cuenta.


(*) Autor del libro “Los mitos setentistas"

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