Por Roberto Actis
Décima nota consecutiva sobre el caso Nisman, y posiblemente última, y no porque se dejen de suceder hechos relacionados, que los que sigue habiendo y en crecida cantidad, aunque en su mayoría -por no decir todos- destinados a
generar todavía mayor confusión, aunque sobre, a tal extremo de haber quedado prácticamente desvirtuada la investigación sobre su muerte, sino porque el fallo de la Cámara Federal deja poco menos que al borde de la extinción a la denuncia del fiscal desaparecido sobre el supuesto encubrimiento de la presidenta Fernández, del canciller Timerman y de otros de segunda línea, a los iraníes que habrían cometido el atentado a la AMIA de 1994 con saldo de 85 muertos. O bien, puede decirse, aunque no definitivamente eliminada, la denuncia quedó agonizante, a pesar de la anunciada decisión del fiscal Moldes de volver a insistir esta vez ante la Cámara de Casación, estimándose difícil que tenga un curso diferente al de ahora.
En realidad, esta resolución de los tres camaristas (Ballestero y Freiler mandaron la denuncia al archivo, y Fara votó en disidencia para que se investigue, nombres que es bueno recordar), era lo que se esperaba, constituyendo una muestra más de la fuerte división que existe dentro del poder judicial. Veamos: es cierto que para una misma causa pueden existir distintos criterios, y en este caso tenemos la prueba, pues dentro de la misma justicia, los fiscales Nisman -el autor de la denuncia-, Pollicita y Moldes, y ahora el camarista Fara avalaron la denuncia, en tanto que el juez Rafecas -quien en apenas cuatro días produjo la desestimación- y los camaristas Freiler y Ballestero -que se tomaron una semana- decidieron que no existían elementos suficientes para seguir una investigación.
El desenlace final más que extraño y curioso, deja definitivamente instalada la sospecha. ¿Cómo es posible que se haya desestimado una denuncia sin haber diligenciado siquiera una de las 46 medidas de prueba requeridas? Los argumentos usados ahora por los camaristas, tanto los de antes por el juez Rafecas, son un calco, tal como si hubiesen surgido de una única fuente inspiradora.
Por cierto, la gran división que existe en la justicia, no es más ni menos lo que ocurre en casi todos los ámbitos, alcanzando con repasar la situación del campo, del sector empresario, de los trabajadores, del periodístico. En fin, no es necesario profundizar demasiado para componer un escenario realmente complicado por la gran división provocada durante todos estos años, que queda tal vez como la herencia de mayor peso negativo por resolver en el futuro. Tanto o aún más que la economía, fuertemente comprometida.
Volvemos a plantear una situación ya utilizada otras veces sobre este tema. Quien es inocente e injustamente acusado, lo primero que haría sería ponerse a disposición de la justicia para que actúe libremente y pueda dejarlo libre de mácula, siendo en definitiva el camino más corto y efectivo. De lo contrario, como se obró por parte del gobierno en este caso, poniendo toda clase de trabas, presiones y artilugios de lo más diversos, lo que queda instalado es la sospecha, aunque todo parece estar indicando ¿en realidad a quién le importa? Casi una minucia comparado con lo que podría haber significado llevar adelante la investigación de aquella presentación de Nisman.
Donde en cambio no se pueden poner obstáculos ni trabas es en otros países, donde tanto periodística como judicialmente se sigue avanzando en este caso, de fuerte alcance y repercusión mundial, como en Estados Unidos,
Brasil e Israel por ejemplo. Es que de haber existido, aunque más no sea la intención sin concretarse, la presencia argentina en el avance del plan nuclear de Irán -participación de Venezuela mediante-, puede darse por seguro que el caso no quedará acallado. Aunque por ahora, al menos en la inmediatez electoral y hasta diciembre, permanezca debilitado.
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