Por Redacción
La mayoría de nuestros actos son irreflexivos. Cuando alguien camina, conduce un auto, maneja una bicicleta, no está plenamente consciente del camino que recorre, de los otros autos, del parabrisas, de mantener el equilibrio, de la gente que transita. Todo ello aparece como una transparencia debido a esa automatización presente en lo cotidiano. El fluir de la vida es esa transparencia, lo esperable que suceda. Lo mismo ocurre en nuestras relaciones humanas. Pero basta que se pinche un neumático, que se tropiece en el camino, que perdamos el equilibrio, para que esa transparencia, ese fluir de la vida, se quiebre.
La violencia sistémica contra las mujeres, en la amplia gama que va desde el maltrato psíquico al físico, aparece como una transparencia de la cual no se es consciente, no se ve, no se habla, se mira para otra parte, cuando no lisa y llanamente se la oculta. Hasta que una tragedia, el asesinato, el suicidio, la desaparición de una mujer, quiebra esa transparencia y hace evidente aquello de lo cual no se es plenamente consciente: la naturalización de la violencia contra las mujeres por parte de una sociedad.
La música popular ha dado cuenta de esa naturalización de la violencia de género. Canciones cuyos orígenes fueron el asesinato de mujeres, están incorporadas a la cultura de los argentinos. Unos pocos ejemplos de los tantos que pueden encontrarse son la zamba “La López Pereyra”, el tango “A la luz del candil”, “Bailando con tu sombra (Alelí)” y quizás el sumun lo constituye la milonga “Amablemente”.
“La López Pereyra”, considerada el “himno salteño”, lleva ese título no por una mujer sino porque fue dedicada por su autor, Artidorio Cresseri, a Carlos López Pereyra como muestra de agradecimiento. Cresseri, a comienzos del siglo XX, vació el tambor de su revólver sobre el cuerpo de una mujer con quien mantenía relaciones sentimentales. Carlos López Pereyra, juez de instrucción de la causa a Cresseri, lo absolvió sosteniendo que el asesino había actuado bajo los efectos de “emoción violenta”. Se sostiene que fue la primera vez que se utilizó el concepto de “emoción violenta” para favorecer al imputado de un homicidio, en este caso, de un femicidio, sentando jurisprudencia. “La López Pereyra” es una de esas zambas que se piden a los guitarreros cuando se les dice “una que sepamos todos”.
El tango “A la luz del candil”, ese que comienza con “Arrésteme, sargento, y póngame cadenas…” es otra de esas canciones basadas en la historia de violencia contra la mujer y la aberrante justificación de su muerte: “las pruebas de la infamia las traigo en la maleta: las trenzas de mi china y el corazón de él”.
“Bailando con tu sombra”, también conocida como “Alelí”, es un tema de Víctor Heredia de gran popularidad en los últimos años. Heredia recogió esa historia en una cárcel donde había ido a cantar para los reclusos. Allí conoció a uno de ellos, quien le contó que se encontraba preso por haber asesinado a la mujer que “amaba”. Por eso estos versos: ya sabrá el infierno cómo hacer para aceptar/que baile en mi celda con tu sombra sin parar / como he podido matar / a quien me hacía soñar. Llamativamente, o no, esta canción es cantada o tarareada por miles de personas.
Ahora, el sumun del desprecio por la mujer y el valor de la vida humana, dentro del cancionero popular, quizás lo constituya la milonga “Amablemente” con letra de Iván Diez y música de Edmundo Rivero. Basta con leer: “La encontró en el bulín y en otros brazos... / Sin embargo, canchero y sin cabrearse, / le dijo al gavilán: "Puede rajarse; / el hombre no es culpable en estos casos." Y al encontrarse solo con la mina, / pidió las zapatillas y ya listo, / le dijo cual si nada hubiera visto: / "Cébame un par de mates, Catalina." / La mina, jaboneada, le hizo caso / y el varón, saboreándose un buen faso, / la siguió chamuyando de pavadas... / Y luego, besuqueándole la frente, / con gran tranquilidad, amablemente, / le fajó treinta y cuatro puñaladas.”
Como expresó Marcela Lagarde, profesora de Antropología en la UNAM de México, “… los feminicidios son crímenes de odio contra las mujeres, crímenes misóginos acunados en una enorme tolerancia social y estatal ante la violencia genérica”.
“Los feminicidios expresan situaciones extremas de violencia contra las mujeres y niñas. Son el extremo de un continuo de terror contra ellas, que incluye diversas formas de humillación, de desprecio, de maltrato físico y emocional, de hostigamiento, de abuso sexual, de incesto, de abandono, de terror y la aceptación de que las mujeres y niñas mueran como resultado de actitudes misóginas y de prácticas sociales.” (Jill Radford).
El reciente tratamiento de la llamada ley de femicidio, o feminicidio, es un paso más en la larga lucha de las mujeres por su dignidad. Aunque, lógicamente, mientras no se modifiquen las condiciones que alimentan la violencia de género, seguirán sufriendo actos aberrantes.
Por último, vale la pena recordar -y nunca mejor dicho- que al menos una de cada tres mujeres en el mundo ha sido golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o ha sufrido de algún abuso en su vida, según datos de las Naciones Unidas.
(*) Las Rosas (Santa Fe)
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