Por Roberto Actis
Cuando en marzo de 2008 se desató el conflicto entre el gobierno y el campo, que de alguna manera aún persiste, la presidenta Cristina Fernández gozaba entonces de un momento de esplendor, no sólo por el amplio victoria electoral lograda 6 meses antes sino también por sus promesas durante la campaña en cuanto a apertura, búsqueda de consensos, diálogo y mayor institucionalidad. Era el momento de comenzar a ponerlo en práctica, ya que justamente todo eso había sido escaso durante los cuatro años de Néstor Kirchner. Había llegado con la alfombra roja y tenía todo servido para lucirse, se decía por esos tiempos.
Sin embargo, esa fortísima confrontación con el campo por la resolución 125 de las retenciones móviles, que mucho después se admitió como un grueso error de estrategia política, lo que consiguió fue el objetivo no buscado: consolidar a una oposición que había quedado desperdigada tras la elección presidencial, y que aparentemente no tenía otro modo de estrechar filas. Pero además, también terminó por decidir a gente que observaba el conflicto con más apatía que entusiasmo, al punto de reunir en aquella convocatoria del campo en Rosario cerca de 300.000 personas.
La disputa, cada vez más ríspida, continuó profundizándose hasta provocarle al oficialismo la derrota en las elecciones legislativas de 2009, con el mismo Néstor Kirchner encabezando la lista de candidatos, y además el agregado de testimoniales como Daniel Scioli, Sergio Massa y Nacha Guevara, entre varios. La historia del tembloroso voto no positivo de Julio Cobos y la versión de renuncia de Cristina en aquella noche de derrota, quedaron simplemente para el anecdotario.
Es que la oposición, mejor dicho algunos de sus principales referentes de entonces, muy rápido volvieron a desordenar lo que el kirchnerismo les había facilitado unir. Todos creyeron que habían ganado ellos, algunos se sintieron Gardel, pero pronto la realidad los volvió a poner en su lugar, bien aprovechado por los K que ganaron tiempo con un diálogo más para mostrar fotos que para hablar, logrando de tal manera reagruparse para revertir dos años después con el 54% de Cristina, que ocupó la candidatura que tenía reservada su fallecido esposo. Un episodio que, junto a otras circunstancias, contribuyó para afianzar en forma contundente la alternativa electoral, al punto que Hermes Binner, el segundo mejor ubicado en el resultado, quedó a 37 puntos de distancia. Otra vez, con sus rencillas, dificultades y diferencias, la oposición volvía a quedar en la desarticulación más absoluta.
Pero es el mismo kirchnerismo, el que repitiendo la historia de 2008 -al menos en sus comienzos- está logrando volver a amontonar a la oposición. Antes fue el hostigamiento al campo, hoy el lanzamiento re-releccionista, que consiguió poner en la misma línea a Macri, Moyano, Binner, Alfonsín, De la Sota, Bullrich, Juez, Solanas, Stolbizer, De Narváez. Falta Lilita y están todos.
El intento nacido en el "Cristina eterna" de Diana Conti, hoy fogoneado por toda la línea de avanzada del kir-cristinismo, tiene por objetivo el voto adolescente de los 16 años, un sector en el cual el oficialismo cree que hará una gran cosecha de votos, tal vez los suficientes para asegurarse los dos tercios en las Cámaras legislativas, indispensable para modificar la Constitución, que impide a Cristina ser candidata por tercera vez consecutiva. El proyecto de los 16 años, ante la urgencia, comenzó a acelerarse de manera notable, al principio con carácter de no obligatorio, pero según el senador Miguel Pichetto esa condición ya cambió, será obligatorio. Y además se analiza la posibilidad de extender la edad para ir a las urnas hasta los 75 años en lugar de 70.
Es que aún con 12 años en el gobierno cuando llegue 2015, consecuencia del rígido sistema verticalista, en caso de no lograr habilitar la candidatura de Cristina ¿quién? Descartado Scioli, hombre de una sumisión sin límites pero igualmente ubicado como enemigo, con quien rige una tregua pues los votos en Buenos Aires son oro en polvo para la posibilidad reformista, no aparece otro en la troupe cristinista que pueda seguir el modelo nacional y popular. Como ocurre en este tipo de conducciones al estilo Cristina, donde la única posibilidad se remite a algún familiar directo. Máximo conduce La Cámpora y dispone de un poder ilimitado, pero al menos por ahora carece de exposición pública.
Para declarar la necesidad de la reforma de la Constitución se necesita la aprobación por parte de las dos terceras partes de las bancas de ambas Cámaras, donde el oficialismo cuenta con 145 diputados y 40 senadores, entre kirchneristas y aliados. Para alcanzar el objetivo necesita contar con 172 diputados y 48 senadores, es decir, deberá sumar 27 diputados más -además de los 57 renueva- y 8 senadores. Para algunos analistas, entre los que consiga en las elecciones y otros que pueda agregar mediante presiones u otra clase de seducciones "borocotianas", el objetivo no está muy lejos que digamos, en tanto que otros en cambio, dicen que es un imposible. Más considerando que las encuestas dan cuenta que el 60% de la gente no está de acuerdo con esta continuidad reeleccionista, salvo el sondeo de Artemio López, que invariablemente siempre le da diferencias en favor del oficialismo.
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