Por Guillermo Briggiler
Hace unos años, cuando las cosas eran más simples, algunos de nosotros más jóvenes, bellos y con pelo en la cabeza, “elegir tu propia aventura” era el nombre de una colección de libros donde el lector decidía el rumbo de la historia: si el protagonista doblaba a la izquierda, caía en una trampa; si elegía la derecha, encontraba el tesoro.
Hoy, la economía argentina se parece bastante a esos libros. Cada decisión -estudiar, trabajar, ahorrar, invertir, emprender o irse del país- parece tener caminos posibles, pero ninguno con garantía de final feliz.
Muchos jóvenes sienten que el futuro se les escapa entre la inflación y la incertidumbre. No es para menos: alquilar cuesta una fortuna, los sueldos pierden poder de compra y el crédito es una palabra que suena a ciencia ficción. Pero hay algo que sigue estando en nuestras manos: la capacidad de elegir cómo reaccionamos ante el contexto.
La economía no es solo un conjunto de números que aparecen en los noticieros. Es la historia de nuestras decisiones cotidianas. Elegimos cuando decidimos si ahorrar o gastar, si trabajar en relación de dependencia o lanzarnos por nuestra cuenta, si invertir en formación o buscar resultados inmediatos. Y esas decisiones, aunque pequeñas, van marcando el rumbo.
Claro que hay cosas que no dependen de uno: la inflación, el dólar, el empleo formal o las políticas públicas (votar en parte debería ser la herramienta en la que tenemos poder de decisión). Y es esto lo principal que debemos exigirles a nuestras autoridades. En palabras de economistas, que arreglen la macroeconomía, que luego la micro la manejamos nosotros. Esto es, que el dólar esté estable, la inflación contenida y la posibilidad de competir en los mercados funcionando.
Después cada uno de nosotros nos encargaremos de lo nuestro, con esfuerzo, dedicación, estudio y sin esperar que nos regalen nada. No queremos regalos, solo reglas claras. Porque aun en medio de la crisis, hay un campo enorme de oportunidades que florece para quienes aprenden, se adaptan y se animan.
La generación joven argentina tiene algo que el mundo admira: resiliencia y creatividad para sobrevivir y reinventarse. Somos expertos en remar en dulce de leche, y aun así, salir adelante. Pero esa creatividad necesita dirección, formación y propósito. No alcanza con “rebuscársela”: hay que entender cómo funciona la economía para poder moverse dentro de ella con inteligencia.
Por eso, “elegir tu propia aventura” no significa ignorar la realidad. Significa entenderla para poder transformarla. Aprender cómo funciona el dinero, cómo se genera valor, cómo proteger el ahorro y cómo emprender sin miedo al fracaso (apunte al margen: ¡cuán importante sería incorporar en las escuelas secundarias la materia 'educación financiera'!). Cada joven que se forma, que participa, que propone, que se anima a crear, está escribiendo una versión distinta de esta historia argentina.
El futuro no está escrito. Pero si algo nos enseña la economía -y la vida misma-, es que ninguna crisis es eterna.
Lo que sí puede ser eterno es el aprendizaje que deja.
Así que, como en aquellos viejos libros:
+ Página 12: te rendís y esperás que un político te salve.
+ Página 33: aprendés, participás, y empezás a construir tu propio camino.
La elección, como siempre, es tuya.
#BuenaSaludFinanciera
@ElcontadorB
@GuilleBriggiler