Por Guillermo Briggiler
La economía argentina atraviesa una nueva etapa de cambios con el plan económico del ministro Luis Caputo y el liderazgo del presidente, Javier Milei. Como cualquier transformación profunda, el proceso genera tensiones, incertidumbre y desafíos. Sin embargo, quedarnos atrapados en la queja o en la espera de soluciones mágicas por parte del Estado no nos llevará a ningún lado. La única vía posible para avanzar como sociedad es asumir nuestra responsabilidad individual, capacitarnos y trabajar más para producir riqueza y desarrollo.
Históricamente, Argentina ha oscilado entre modelos que han dependido en exceso de un Estado paternalista, generando una cultura de subsidios y dependencia. Esto ha derivado en altos niveles de inflación, falta de inversión y pérdida del poder adquisitivo.
La administración actual busca un cambio de paradigma: reducir el déficit fiscal, ordenar las cuentas públicas y fomentar un mercado más libre donde el esfuerzo y la producción sean los motores del crecimiento.
Los cambios estructurales no son fáciles. La estabilización de la economía implica ajustes que pueden sentirse duros en el corto plazo, pero que son necesarios para salir del estancamiento. Si queremos un país con menos inflación, más empleo genuino y oportunidades reales de crecimiento, es fundamental que dejemos atrás la cultura de la queja y tomemos acción. En vez de preguntarnos qué puede hacer el Estado por nosotros, deberíamos preguntarnos qué podemos hacer nosotros por nuestra propia vida y por el país. John Kennedy, en su emblemático discurso de enero de 1961, sentenció: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.
La clave está en la capacitación, el trabajo y la producción. En un mundo cada vez más competitivo y tecnológico, es imperativo que nos formemos constantemente. Hoy existen innumerables herramientas para aprender nuevas habilidades, emprender o mejorar nuestra productividad. La solución no está en esperar que el Estado nos resuelva la vida, sino en desarrollar nuestras capacidades, generar valor y contribuir activamente al progreso. Cada día, al despertamos, debemos buscar con que comerciar, como ganarnos la vida, como mejorar el trabajo que hacemos y ponernos manos a la obra para ganar el pan de cada día.
Argentina tiene un potencial enorme. Somos un país con recursos naturales, talento humano y capacidad innovadora. Pero ese potencial solo se convierte en realidad cuando trabajamos para materializarlo. La salida de la crisis no es un decreto ni un programa gubernamental; es la suma del esfuerzo de cada uno de nosotros. No podemos esperar resultados distintos si seguimos haciendo lo mismo. Es momento de cambiar la mentalidad, dejar de lado el victimismo y comprometernos con un futuro mejor.
El desafío está en nuestras manos. Construyamos el país que queremos con trabajo, esfuerzo y responsabilidad. Porque el verdadero motor del desarrollo no es el Estado, sino cada ciudadano que decide dejar la queja atrás y ponerse en marcha.
“Pare de sufrir” es una sentencia de una conocida secta cristina, aunque el mensaje de Jesús es distinto, similar, pero diferente pues él habló de tomar la cruz, es decir los problemas de todos los días y sobrellevarlos con paciencia y, si es posible, con alegría.
En economía, "toma tu cruz y camina" significa asumir con responsabilidad los desafíos de la vida, sin excusas ni dependencias externas. Cada uno de nosotros tiene dificultades económicas, laborales o personales, pero la clave no está en lamentarse, sino en avanzar a pesar de ellas.
Así como en la fe se nos invita a cargar con nuestras propias cargas y seguir adelante, en la economía personal es fundamental enfrentar las adversidades con esfuerzo, planificación y determinación.
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