Por Guillermo Briggiler
Por estos días, el mundo vive una tormenta económica que no deja rincones intactos. La guerra de aranceles impulsada por Estados Unidos, con Donald Trump nuevamente en el centro de la escena, encendió una mecha que amenaza con desacelerar el comercio global y empujar a las economías emergentes, como la argentina, a una situación todavía más delicada.
La consecuencia inmediata: volatilidad cambiaria, caída de bonos, pérdida de reservas y un riesgo país que vuelve a rozar los 1.000 puntos. Un cóctel conocido, pero cada vez más difícil de digerir para la Argentina.
¿Cómo repercute esta realidad en Rafaela? ¿Qué significa para una ciudad que, con una fuerte base industrial y agropecuaria, ha sido históricamente uno de los motores económicos del centro-oeste santafesino y porque no del país?
En primer lugar, la incertidumbre financiera nacional tiene efectos concretos en el aparato productivo local. El alza del dólar MEP y del contado con liquidación, que ya se acercan a los $1.400, incrementa los costos de insumos importados esenciales para la industria metalmecánica rafaelina, particularmente afectada por la caída de la actividad industrial en Santa Fe, que ya acumula más de un 14% de retracción en lo que va del año.
El sector cárnico de Rafaela enfrenta un escenario internacional desafiante por los límites arancelarios impuestos por Estados Unidos. Argentina cuenta con una cuota anual de 20.000 toneladas con un arancel reducido, pero al superar ese cupo, se aplica un arancel del 26,4%, similar al que enfrentan competidores como Brasil y Nueva Zelanda al agotar sus respectivas cuotas. Además, la reciente suba de aranceles del 10% a las importaciones de carne desde Brasil, Nueva Zelanda y Australia, aunque por ahora podría no incluir a Argentina, marca una tendencia proteccionista que podría endurecer el acceso a ese mercado clave. Para los frigoríficos rafaelinos, mantenerse competitivos exige atención estratégica a estas restricciones y la necesidad de diversificar destinos de exportación.
Además, la guerra arancelaria global genera un doble impacto, por un lado, derrumba los precios de las materias primas, fundamentales para nuestras exportaciones lácteas y agrícolas, por el otro, cierra mercados que podrían haber sido estratégicos para productos rafaelinos con valor agregado. En este contexto, las pequeñas y medianas empresas locales enfrentan mayores dificultades para planificar, invertir y exportar.
La caída del comercio global también afecta la logística y encarece las operaciones internacionales, lo que complica aún más la competitividad de nuestros productos en el exterior. La posibilidad de aprovechar nichos, como el vino argentino, que podría ganar terreno frente a una Europa arancelada, parece lejana para nuestra matriz productiva, centrada en el agro y la industria metalmecánica.
Aquí cabe mencionar el planteo efectuado por la Federación Industrial de Santa Fe ante la Comisión Pyme de la Cámara de Diputados de la Nación, esta semana. El tesorero de la entidad a la que están adheridos empresas rafaelinas a través del Centro Comercial e Industrial, advirtió sobre los riesgos de una apertura comercial sin plan que ponga en pie de igualdad a la industria nacional.
En este escenario, los empresarios locales reclaman medidas claras y condiciones previsibles. Proyectos de infraestructura productiva como el Bajo Peretti y el Bajo Compagnucci no son solo obras de ingeniería para un mejor desagüe de las aguas pluviales: son apuestas al desarrollo, a ampliar el suelo industrial y brindar herramientas concretas para que Rafaela pueda seguir produciendo y generando empleo, incluso en medio de la tormenta.
Pero para que eso ocurra, se necesita más que buena voluntad. Se necesita un entorno macroeconómico que no castigue al que invierte, al que produce y al que exporta. Porque si algo enseña la historia económica rafaelina es que, cuando hay reglas claras, esta ciudad responde.
Habrá que esperar si este viernes el Directorio del FMI confirma el acuerdo con la Argentina y cómo impacta en el día a día de la economía doméstica, fundamentalmente si alivia la presión sobre el mercado cambiario.
Hoy, más que nunca, es momento de inteligencia estratégica. De mirar el mundo con pragmatismo, detectar oportunidades y no caer en la trampa de discursos que suenan patrióticos pero destruyen confianza. Rafaela sabe producir. Lo que necesita es que la economía, nacional e internacional, deje de ponerle obstáculos en el camino.
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