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Rural Jueves 22 de Marzo de 2018

Compró-donó 500.000 ha del país para conservar

MULTIMILLONARIO SUIZO

Agrandar imagen FOTO LA NACION HANSJÖRG WYSS./ Uno de los más importantes benefactores del mundo.
FOTO LA NACION HANSJÖRG WYSS./ Uno de los más importantes benefactores del mundo.
REDACCION

Por REDACCION

Por Luciana Mantero. - Un día de abril de 2011, el empresario estadounidense conservacionista Douglas Tompkins decidió llevar a recorrer los alrededores de su estancia Valle Chacabuco, en el sur de Chile, a dos amigos que habían viajado especialmente a visitarlo. Se había propuesto cruzar a la Argentina por el paso Los Antiguos, manejar por aquel paisaje semidesértico de pastizales secos hasta a otro más boscoso, de montañas y lagos y rutas cargadas de nieve que recién empezaba a aflojarse. Obstinado como era, y aunque su esposa Kristine McDivitt y la mujer de su amigo insistían en que desistiera, emprendieron el recorrido. Ya sobre la ruta provincial 21, en Santa Cruz, un bloqueo de nieve les impidió el paso. Tompkins intentó cruzarlo dos, tres, cuatro veces sin suerte; en la última, su Nissan gris quedó varado.

Hacía poco que Hansjörg Wyss, el amigo de Tompkins, había escalado el monte Denali -el techo de América del Norte, en Alaska, unos 6190 metros sobre el nivel del mar-, así que ir camino abajo 26 kilómetros hasta el puesto de Gendarmería a sus 76 años no le pareció un desafío desmesurado. Sacó su cuerpo menudo del vehículo, estiró las piernas y se paró como siempre, algo encorvado, sobre el ripio de aquel camino recto en medio de la estepa blanca. Mientras Tompkins aceleraba el paso, esperó a su pareja, la psicóloga Rosalind, y a McDivitt -todos contemporáneos y pares en su asombroso estado físico- para empezar a caminar. Fueron cinco horas a pie de inmensidad patagónica, con el marco de los picos nevados y con el lago binacional Buenos Aires/General Carrera unos metros más allá; los cuatro lucían exultantes. Y en esa travesía, Wyss, el multimillonario conservacionista suizo, el filántropo número once del mundo según Forbes US (detrás de Warren Buffett, Bill Gates o George Soros), decidió que gastaría un pedacito de sus 5,6 billones de dólares, mayormente del negocio de los dispositivos y los implantes quirúrgicos, en hacer que esa tierra siguiera existiendo en aquel estado de gracia para las generaciones que lo trascendieran, pues sostiene que al morir los billetes no le servirán para nada.

Aquella noche, sentados alrededor del fuego, después de repasar el viaje que se acababa y que los había llevado también por los Esteros del Iberá en Corrientes y por Colomé en Salta, Wyss -cuenta Wyss- le dijo:

- ¿Por qué no hacemos un parque binacional?

- ¿A qué te referís? -preguntó Tompkins.

- Bueno, que continuemos el Parque de Valle Chacabuco a la Argentina. Que hagamos que dos naciones se unan en este proyecto en común.

Tompkins estaba comprando estancias en Chile para donarlas al Estado para lo que sería poco tiempo después el Parque Nacional Patagonia, y Wyss haría lo mismo del lado argentino hasta lograr que ambos parques homónimos se encontraran en uno solo: "el parque de la paz" (así se les dice a los parques binacionales que se proponen entre países con disputas fronterizas).

Según Wyss, Tompkins pensó que era una maravillosa idea, tomó un pedazo de papel, un mapa y empezaron a identificar propiedades, a hacer copias de mapas, a estudiar a los dueños y analizar los costos. En media hora estaba todo planificado.

Cuatro años más tarde, en la misma zona, Douglas Tompkins murió como vivió: en medio de una aventura algo arriesgada -remaba en kayac en el lago General Carrera sin ninguna protección para el frío cuando en una tormenta el bote se dio vuelta y las bajas temperaturas le provocaron un ataque cardíaco-. Sin embargo, Wyss no perdió el entusiasmo. En 2018, está a seis estancias y algunos consensos legislativos (las principales trabas vienen del sector lanero de Santa Cruz, que teme perder poder económico) de concretar el sueño del parque binacional y ya se ha transformado en el principal donante al país de tierras para su conservación.

En 2013, compró y donó las 34.000 hectáreas de la estancia El Sauco, en Santa Cruz, que en 2015 se convirtieron, junto a otros dos lotes fiscales, en el Parque Nacional Patagonia. Ya lleva compradas ocho de las 14 estancias a su alrededor que idealmente lo ampliarían a 500.000 hectáreas hasta tocarse con su homónimo de Chile y cumplir así el sueño diseñado junto a su amigo Doug en 30 minutos, aquel otoño de 2011.

En total, sus donaciones desde entonces y comprometidas para 2018 -si los parlamentos provinciales y nacionales aprueban las cesiones de jurisdicción y la creación de parques nacionales en los territorios de su propiedad- serán de más de 85 millones de dólares (1487,5 millones de pesos), una cifra similar al presupuesto anual de la Administración de Parques Nacionales de la Argentina (1451,7 millones). Fuente: La Nación.

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