Por Edgardo Peretti
Demasiado finita la lluvia. Casi una advertencia de verano cercano para decorar el y los cielos en esta pausa de finde largo. El final estaba escrito desde hacía mucho. El paso de los años es inexorable y sus consecuencias, esperables. Pero la vida tiene tiempos, para eso está la memoria.
El dato, doloroso y certero, no tardó en llegar por diversas formas, tan diferentes que no son los que los veteranos conocemos, ni tampoco transitamos con frecuencia.
Alicia Cattáneo había partido. Dejó este plano material para elevarse a un rango que se fue ganando en el tiempo, a base de empeño, amor y pasión por los demás.
Miles de alumnos (no diré jamás “ex”, no cabe) hoy y mañana se acordarán de esta pequeña gladiadora que era mucho más grande que su envoltorio; inmensa en cariño y apasionada de lo suyo.
Habrá espacios para decir que una escuela la recuerda, con absoluta justicia. ¿Qué mejor para ella ese ámbito? Inigualable. También que fue una destacada basquetbolista a nivel selección nacional y con vuelo internacional. Hizo de todo y dejó huella en todo.
No puedo evitar ese atisbo referencial que me ha dejado. La conocía en los sesenta cuando llegó como profesora de Educación Física (así se decía) a mi escuela Belgrano donde marcaron tiempos con el querido Oscar Frana.
Después, con el paso del secundario la tuvimos siempre cerca, allegada a los sentires de esa juventud que acompañaba a los campamentos, cercanos y en la lejana Patagonia (Huemul 76, te saluda!). Siempre una sonrisa, siempre el bullicio de la niñez en estado puro.
Alicia dejó su impronta en su tarea de educar y enseñar a amar la vida, esa misma vida que se prolongó en espacio de almanaque pero que no fue benévola con sus pesares. No importa ya. Hace mucho que ese sufrido cuerpo sólo era una referencia para un alma inmensa y generosa.
No importarán ahora los credos o las creencias de cada uno. Alicia dejó una huella y una lágrima en cada uno de nosotros. Pero no será de tristeza. No. Será de emoción, de saludo final a un ser que fue mucho más de cualquier elogio.
La alegría es simple en datos. Estamos contentos. Hay fiesta en el cielo.
Llegó Alicia.
Chau. (Agregar una sonrisa).