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Sociales Martes 30 de Diciembre de 2025

Sensaciones y sentimientos: Angustia de un querer

“Angustia de un querer” mostró la historia de amor de un corresponsal de guerra casado (William Holden) con una médica (Jennifer Jones).

Agrandar imagen Cartel de promoción de la película.
Cartel de promoción de la película. Crédito: Benito Movieposter

Por Hugo Borgna

No fue sorpresa para nadie, más bien una confirmación de la calidad que hacía llegar la música cantada por jóvenes de la onda de los felices 50.

Enrique Guzmán, surgido de la banda de rock Los Teen Tops, había grabado “El amor es una cosa esplendorosa”, con letra en castellano. Era lo que antes se designaba como “tema de amor” de las películas exitosas de romances en medio de la guerra, lejos del frente de batalla.

“Angustia de un querer” mostró la historia de amor de un corresponsal de guerra casado (William Holden) con una médica (Jennifer Jones). La canción se escuchaba como parte de la banda sonora de la película, cantada por el exitoso entonces Andy Williams.

Esa generación contribuyó a imponer, en el público, el título “Angustia de un querer”, extendiéndose así la fama. Contribuyó el hecho de que transcurriera teniendo como marco la guerra lo que de por sí es un hecho negativo. La canción aludía claramente al amor como fuente esplendorosa que da felicidad, y al encuentro de profunda atracción entre la pareja, limpio ya de aportes bélicos. El amor se mostraba en espacios naturales, como playas solitarias o parques públicos adornados con bello verdor, que daban la sensación de vida del esplendoroso encuentro.

Por todo eso, sea que se designara el título como “Angustia de un querer” o como “El amor es una cosa esplendorosa”, se aumentaba su llegada sentimental al público, que lo cantaba pensando más en el romance que en la guerra.

La película se estrenó en agosto de 1955, diez años después de ocurrido el episodio bélico mundial, lo que le dio ese clima de preminencia de lo sentimental. No faltó tampoco, para completar su imagen como hecho artístico de la década, la versión romántica que hizo Nat King Cole. Quedó creada así la estética general de un cóctel de belleza conceptual, más allá de enfoques morales especiales de esos años; cuando se lanzó la película, ella transportó el mensaje al mismo tiempo que la canción endulzaba los oídos, conquistando al público por sí sola, siendo finalmente con el tiempo único sostén de la preferencia.

Quedaron para la historia del cine sensitivas escenas del amor de pareja, en un sugerido clima de aviso al público de que esa relación no era del todo aceptable, además era impropio de los preceptos morales ayudarla y limpiarla de “pecado” ¿Cómo iba a ser una relación prohibida si la propia naturaleza le aportaba los mejores escenarios de armonía y placer humano, opuestos fundamentalmente al hecho de matar para obtener el triunfo?

En Hollywood se trabajaba sobre guiones con intenso amor y buena dosis de culpa.

Se había generado como promoción de las películas que ponían en primerísimo plano el amor humano, la frase “jamás el cine se atrevió a tanto”. Se llenaban las salas de un ambiente de comprensión e integración. El pensamiento de pareja y su sensación completaban la acción del sol y del verde del paisaje. Más de una vez los espectadores salían de las salas con indisimuladas lágrimas.

Se dice ahora, cuando se ha extendido el pensamiento analítico, que fue un cine de conflictos ingenuos; se originan versiones nuevas (“remakes”) sin tener en cuenta de que, al invadir con códigos presentes, se puede romper el necesario punto de equilibrio en la base sentimental del relato. Se piensa ahora que debe existir una dosis de pensamiento práctico (había entonces rígidos principios de “ligas de moralidad”). Ese cine no era inocente ni ingenuo: esa imagen de primer plano avisaba que, lejos de acentuar la ingenuidad, estaba por superar una barrera.

Se estaba atreviendo a más.

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