Estamos inmersos en lo que podemos llamar el Plan Aspiradora, el cual podemos definirlo como una estrategia de política monetaria contractiva que se diferencia de manera contrapuesta de las tácticas del anterior ministro de Economía que lanzó el "Plan Platita" -que en realidad fue su campaña electoral como candidato presidencial-.
Mientras que el "Plan Platita" buscaba inyectar liquidez en la economía para estimular el consumo, el "Plan Aspiradora" hace lo contrario: absorbe el excedente de pesos para contener la inflación y la presión sobre el tipo de cambio. Lo sorprendente es que ambos son planes preelectorales y tienen una diferencia de solo algunos meses.
Veamos el objetivo. El Plan Aspiradora se apoya en tres pilares principales. En primer lugar, se llevan a cabo licitaciones extraordinarias de instrumentos de deuda, como bonos y letras, para retirar pesos del mercado. Estas licitaciones permiten al gobierno financiarse sin necesidad de emitir moneda y a la vez reducir el circulante. En segundo lugar, se incrementan los encajes bancarios, que es el porcentaje de los depósitos que los bancos deben mantener inmovilizado en el Banco Central. Al aumentar este requisito, se reduce la cantidad de dinero que los bancos pueden prestar, lo que a su vez frena la expansión del crédito y, por ende, la demanda de bienes y servicios.
El tercer pilar es la suba de las tasas de interés, una consecuencia natural de los dos primeros mecanismos. Al haber menos liquidez en el sistema, el costo del dinero sube. Las tasas de interés más altas no solo encarecen el crédito para empresas y familias, sino que también incentivan el ahorro en pesos, atrayendo a los inversores que de otra manera podrían buscar refugio en el dólar.
El objetivo final de estos mecanismos es claro: enfriar la economía para evitar que la abundancia de pesos impulse una mayor inflación o una devaluación del peso en el mercado paralelo, especialmente en un contexto de incertidumbre electoral.
El impacto inmediato del Plan Aspiradora ha sido la estabilización del tipo de cambio -tras el cimbronazo de julio- y una posible desaceleración de la inflación. Al limitar el acceso a los pesos, se reduce la demanda de dólares, aliviando la presión sobre su precio.
Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos significativos. La restricción monetaria, si bien puede ser efectiva para contener la inestabilidad en el corto plazo, tiene efectos secundarios perjudiciales para la economía real. El encarecimiento del crédito y la disminución del consumo pueden provocar una profundización de la recesión, afectando a la actividad productiva y al empleo.
El principal desafío para el gobierno es mantener un delicado equilibrio. Por un lado, necesita transmitir confianza a los mercados y a los inversores de que tiene el control de la situación monetaria. Por otro, debe evitar que la política de ajuste sea tan severa que asfixie la economía, lo que podría generar un descontento social y económico que se extendería más allá de las elecciones.
El "Plan Aspiradora" es, en esencia, una apuesta política audaz que prioriza la estabilidad de corto plazo, postergando decisiones estructurales más profundas, con la esperanza de que la calma se mantenga hasta después de las urnas, momento en el que, posiblemente, sea necesario revertir parte del ajuste para permitir que la economía se recupere.
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